lunes, 7 de marzo de 2016

LA TACTICA DEL CAMALEON

Por Alejandro Tovar 

Para Julián Ernesto Sánchez Tovar


Las ilusiones del hombre común, suelen ser como el vuelo singular y mítico del dragón que no pierde energía ni combustible para sus llamaradas de esperanza y por ello escapa de su existencia rutinaria, refugiándose en el futbol, donde oculta sus miserias individuales y asume la militancia al colectivo que se viste como él, quizá pensando que entre muchos, la alegría se hace masiva y se disfruta mejor, así que igual podrá atenuar las penas, si surgen, porque el miedo nunca muere.

Este juego es un devorador de emociones, tiene consigo el olor del peligro y como ente con vida propia, siente que escandalizar es un derecho y un placer, que sabe bien que el gentío estará atrapado desde antes que empiece a rodar la pelota y va a generar, como un río, un flujo de sentimientos diversos, donde la ilusíón siempre es perseguida, incansablemente, por duendes negativos.

Los jugadores repasan sus cábalas, traumas, fantasmas y oraciones desde que comienzan a vestirse, parecen relajados con el alto volumen de las cumbias pero en realidad palpitan inquietud, más que confianza, se saben actores de un reparto singular y único, que llegarán vestidos todos igual a la cancha para una obre muy especial, donde representarán cada cual su propio papel y serán tema a discutir.

El rol básico es el de no darse por vencido, debe ser un obsesivo que mira más las pérdidas que las ganancias y que está obligado como profesional a defender su casaca con dignidad y honor, porque además sabe que cada movimiento que realice es vigilado por decenas de cámaras que le desnudan con la lente poderosa y que descubren con su riqueza técnica, todos los niveles de su alma misma.

Enfrente del arquero de sueter vistoso están los defensores, que son militantes y exigentes, fuertes y duros, implacables para la marca, de mal carácter que soportan todo, menos que alguien pretenda pasar con todo y pelota, ¡eso nunca¡. Más adelante viene el ordenador de juego, el organizador y creador de futbol, que posee una belleza nada forzada y maneja la pelota con maestría y elegancia.

Los atacantes quisieran ser invisibles para llegar al área y sorprender, ellos tienen ojos de gacela y frente despejada, se escurren como anguilas, como agua entre los dedos y frecuentemente se les confunde, por su vida de fama, con los estrellas del rock. Viven frente al arco, en el rectángulo de la muerte. Ahí mismo.

Y el estadio de esa gente, no es un espacio cualquiera, es una meca de pergrinaje semanal, un almacén de mitos, una bandeja de lágrimas, con sonidos de eco por cada grito, por cada llanto. La cancha, su cancha, tiene su propia personalidad y atesora las huellas de todos los héroes de siempre. 

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